Laberinto


Él lleva en sus manos una certeza: saldrá de ese laberinto, aunque las tibias paredes no lo conduzcan hacia la luz, sino a la hoguera.

Pectus Carinatum

                                
Indudablemente su hijo tiene Pectus Carinatum, me dice el médico. No le entiendo, le digo yo. Es pecho paloma, me contesta. Qué podemos hacer, insisto. Es irreversible –me confirma-, pero no se preocupe, con un poco de alpiste lo hará feliz.

La arena imperfecta


En la arena todo es imperfecto: el destino, el terreno, la distancia. El toro con sus dos cuernos, el matador con su estocada. Solo la muerte se va tranquila; tiene defectos, pero no falla.

¿Creer o reventar?


Para creer, en lo posible, se recomienda no reventar primero porque si uno lo hace, después ya no podrá creer en nada. Aunque nadie lo asegure, también es probable que uno pueda creer y luego reventar, de todos modos.

Virus direccionado


Un extraño virus amenaza el proyecto humano. Ataca primero en las patitas, que están al Sur, como corresponde.

Límite incierto



Disimular cordura es muy fácil, pero Francisco pensó que disimular locura era todavía más arriesgado y divertido. Apostó y tramó, con sus amigos, un pequeño plan para que lo internaran en una institución mental. Él quería evitar la cárcel; sus amigos, ganar la apuesta. Ahora deambula por los pasillos, diciendo que en realidad es abogado y que todo fue una broma, pero ya nadie le cree, ni siquiera este narrador, que también tiene sus dudas.

El regreso


Regresas a tu casa y con felicidad compruebas que la grieta de la calle que amabas, sigue estando allí; es un alivio aunque el perro no te reconozca y los vecinos adviertan tu presencia pero no quieran saber de ti, acaso porque tampoco quieran arruinar este momento y decirte que estás muerto.

Cebado


_ ¿Y ahora cómo te llamaremos? ¿El nombre que te dimos dónde lo dejaste?
_También me lo comí –dijo el caníbal.

Leñador se confiesa


Yo no quería participar, pero ellos (los hermanos Grimm) me obligaron.

Hienas


La risa de las hienas marcha, con las mencionadas hienas, hacia su próxima víctima, que al menos tendrá la suerte de morir de sonrientes asesinos.